Estudiando la ruta

Estudiando la ruta
Expedición Licancabur

sábado, 17 de enero de 2015

Desafiando al guardián de Santiago.

Esta salida comienza el día jueves 4 en la tarde, cuando emprendemos rumbo a Santiago. La idea era poder hacer un viaje tranquilo, un poco fuera de lo acostumbrado (al menos para mi) de las otras salidas realizadas a la capital, viajar de noche, dormir en el bus y retornar de madrugada nuevamente. Esto implicó agregar un aspecto que no consideramos: los tacos del viernes en la mañana de Santiago. Dado que pernoctamos en Puente Alto, tuvimos que cruzar buena parte de Santiago y era inevitable no encontrar un taco en un día hábil. Así que después de casi 3 horas pudimos por fin avanzar con mayor rapidez y tomar la tan maltratada ruta G-21, de las interminables 40 curvas, rumbo a Valle Nevado.

Cerca de medio día llegamos al centro de esquí, donde después de los correspondiente registros cruzamos por los caminos habilitados solo para 4x4 (siguiendo a una caravana de 4 vehículos más) hasta llegar al sector de Tres Puntas, donde se enlaza con la ruta que viene desde La Parva y frente al Pintor (4100 msnm), hermoso cerro que regala lindos colores en sus laderas. Desde aquí ya se apreciaba que sería un fin de semana de mucha gente, los pilcheros en sus mulas ya se preparaban para transportar las cargas de esta caravana y no menos de 10 vehículos ya habían estacionados en ese sector. El trekking hacia Piedra Numerada fue relajado, adaptando el cuerpo a los 3500  - 3600 msnm con los que ese sector cuenta y en menos de 2 horas ya estábamos en el primer campamento. Era temprano, pero la planificación nos obligaba a disfrutar de un agradable primer campamento en este sector, con agua a la mano, agradable temperatura, hermosas vistas, en fin, un primer paso para la aclimatación. Nos encontramos con no menos de 15 carpas (incluida una carpa cocina) y algunas cordadas que seguían de largo hacia Federación.




 




La mañana siguiente comienza con algo de viento y, en ocasiones, una densa neblina que a ras del suelo cubría todo y provocaba que el entorno brillara maravillosamente al punto de encandilar. Las nubes ingresaban desde el valle, cubrían el campamento y se deslizaban entre las laderas de los cerros, lo cual junto con el viento que comenzó a esa hora daba cuenta de una jornada algo movida. Desarmamos el campamento y comenzamos el trekking hacia los 4200 msnm del refugio de Federación, lugar de nuestro campamento avanzado. Está la posibilidad de acampar en el sector de la Hoya o en Los espejos, pero para nuestro objetivo no se justificaba avanzar más. El trekking comienza relajado, avanzando en conjunto con varias cordadas y pilcheros que subían y bajaban permanentemente con equipo de varios grupos. Las cascadas congeladas se aprecian algo más pequeñas y el estero con mucha agua, lo cual dejaba en claro el calor que se percibe durante el día (solo que el viento disminuía bastante las sensación térmica). Después de 4 hrs. llegamos a instalar nuestro campamento bajo un intenso viento (con ráfagas de unos 60 a 70 km/hr). El abastecimiento de agua estaba asegura gracias al tradicional canal que pasa junto al sector del refugio. ¿Estábamos en altura? Hasta ese momento nuestra adaptación iba bastante bien, hidratándonos permanentemente y alimentándonos de igual manera. El resto del día sirvió para descansar, caminar por los alrededores y presenciar como llegaban y llegaban cordadas, (caminando y transportados por pilcheros) hasta llegar a superar las 60 carpas, o sea más de 120 personas solo en Federación, sin contar unas cuantas carpas más en el sector de la Hoya y entre los cuales habían también distintos objetivos (la gran mayoría ascendiendo el Plomo por su ruta normal, dos cordadas ascenderían por el glaciar colgante y otra más por el Iver). El silencio comenzó a invadir muy temprano el campamento, todos preparaban su salida para la madrugada siguiente, siendo la hora promedio de inicio del ascenso a las 4 am.







 Fue una noche fría aunque acrecentado por el intenso viento, ya que en los momentos que las ráfagas cesaban la temperatura en el campamento se hacía hasta agradable. La luna llena iluminaba todo a nuestro alrededor, pero al momento de salir de la carpa ya se apreciaba una larga fila ascendiendo por la morrena hacia la Hoya. Pasado las 4 am fue nuestra hora de salida. El avance fue lento, evitando esfuerzos o cambios bruscos de ritmo lo cual junto con las intensas ráfagas que a ratos se sentían hacía que el frío comenzara a sentirse muy intenso. Tempranamente cordadas comenzaban a desertar mientras en algunos casos la altura ya se hacía sentir y a lo lejos se escuchaban algunos echando afuera el desayuno y algo más. Después de 2 hrs y media llegamos al pequeño, pero hermoso refugio de Agostini, construcción tipo iglú remodelada por el Club Andino Wechupún ubicada a 4600 msnm, lugar donde junto a otras 5 personas y un perrito lo repletamos para capear un poco el intenso frío. Luego de algunos inesperados, pero agradables encuentros con amigos de montaña y de la salida del sol (además de una nueva inyección anímica y de energía) retomamos el ascenso. La tenacidad de Ximena me sorprende, la veo firme en el trekking y avanzando fuerte y segura y a ratos olvidando que ya rondábamos los 4800 msnm. Comenzábamos a adelantar a muchos que habíamos visto llegar junto a las mulas y que con toda seguridad algún tipo de preparación habían realizado para este cerro, lo cual me inyecta confianza de que nuestro objetivo se podría lograr. El sol ya hacía variar la temperatura y el viento, intenso hasta el momento de la salida del sol, había desaparecido casi por completo, por lo que las plumas y gorros comenzaban a desaparecer e incluso los guantes hasta sobraron en algún minuto. "Hasta aquí llegué la primera vez que vine" le digo a Ximena, haciendo la distinción de que en ese punto el frío y el cansancio me había obligado a desertar mientras que ahora ella iba con toda la energía y la temperatura hasta se sentía agradable. Pero este cerro no podía doblegarse tan fácil y por lo que cuentan las historias la mayoría de los que van por primera vez algún precio tienen que pagar y aquél ascenso que se veía tan sencillo comenzó a dificultarse, el acarreo se hacía más difícil, el sendero más vertical y los casi 5 mil metros se comenzaron a sentir. Pese a que seguimos adelantando cordadas que abandonaban su intento Ximena me dice que se comenzaba a sentir un poco mal cuando ya tomábamos el sendero que nos llevaba a la Pirca del Inca y al cruce del glaciar, quizás el sector más técnico o de mayor precaución de toda la ruta. El ritmo de avance no era rápido, es cierto, pero nos podría haber llevado a la cumbre sin complicaciones en una par de horas, pero no sabía si Ximena podría avanzar todo ese tiempo o si las fuerzas se mantendrían con nosotros o si la altura seguiría ignorándonos. "No quiero seguir caminando" me dice, acusaba un dolor de cabeza y en el sector del cerro que nos encontrábamos aún daba sombra lo cual hacía disminuir la temperatura. Comienzan a bajar los primeros cumbreros y junto con decirnos lo agradable que estaba, nos intentaban traspasar sus energías renovadas con la emoción de la cumbre. Convenzo a Ximena de avanzar un poco más a lo cual accede gracias al pequeño descanso que nos tomamos, un último ascenso y estando junto al glaciar, a unos 5100 msnm decide que ya es todo, las energías estaban en su límite y además pensando en que nos quedaba un duro descenso, finalmente decidimos abortar.







A pesar de eso, no podíamos no maravillarnos de la vista que desde ese sector tenemos, ya en un hombro del cerro y con el glaciar frente a nuestros ojos. Una foto antes de comenzar a bajar y media vuelta, la cumbre quedó ahí, quizás a una hora o un poco más, pero no podía dejar de estar orgulloso del esfuerzo desplegado por la Xime. Bajamos no sin antes hacer un breve descanso en Agostini para luego de casi 3 hrs llegar al "infierno" de Federación. Personalmente con la espalda literalmente en la mano (molestia que hace ya algunas salidas me ha preocupado) y Ximena con las consecuencias de un descenso rápido desde los 5100 hasta los 4200 mts, aunque nada que un buen descanso no pueda recomponer. La ausencia de viento y el intenso sol hacían que la temperatura en la carpa y en todo el sector del campamento fuera muy alta, lo que también provocó que un nuevo esterito comenzara a correr a un costado del refugio (de paso inundando una carpa erroneamente instalada junto al lecho del mismo). Hasta muy tarde de ese día cordadas bajaban, algunas desde la cumbre, otras no, algunos más contentos que otros, pero no por eso sin disfrutar de un gran cerro.





Al otro día, desde las 6 am cordadas comenzaron a abandonar el campamento, nosotros lo hicimos cerca de las 8.30 y en un retorno tranquilo, llegamos cerca de medio día al vehículo, donde acordándonos de la solidaridad de la cual todo montañero ha necesitado en algún momento, transportamos hasta Santiago a dos compañeros que igualmente habían emprendido su retorno. Podemos decir que retornamos contentos, tanto por las experiencias vividas como con los desempeños personales, felices de haber desafiado al guardián de Santiago.









miércoles, 31 de diciembre de 2014

Siete años... en el San José.

Siete años. Casi siete años habían pasado de aquella vez en que junto a tres amigos más, casi irrespetuosamente, habíamos decidido ir al volcán San José. Quizás lo miramos en menos, no tuvimos la suficiente preparación, la razón que sea, pero nuestra desfachatez con la montaña nos pasó la cuenta. Me juré en aquella ocasión no regresar hasta que me sintiera capaz de ir y llegar a la cumbre. Aunque no siempre eso depende totalmente de uno, el tener la confianza de poder lograrlo influye… y mucho.

La idea estaba planteada y cuatro eran nuevamente los osados en retar a la montaña. Solo Javier repetía (por tercera vez) su intento al volcán, juntando fuerzas para ir al lugar donde el terremoto del 2010 lo había obligado a abortar la vez anterior. René iba por su primer 5 mil (y mantener su 100% de efectividad en cerros de Santiago) mientras Guillermo iba por una revancha personal y como un apoyo en todo sentido, en lo logístico y lo psicológico.

El día elegido para comenzar la expedición requería gestionar algunos “permisos”. No es fácil decir en la familia que el Viejito Pascuero se va a pasar la Navidad en el cerro, pero después de algunos tira y afloja todos tuvimos la venia por semejante situación y a las 10.30 am del 25 de diciembre ya enrielábamos rumbo al norte, a la “capitale”. El viaje tranquilo, muy conversado y con pasada a San Fernando incluida que llenó de energías a nuestro primerizo en los cinco miles. La llegada al sector del Cabrerío se da dentro de los tiempos esperados y a las 18.30 hrs comenzamos el trekking hacia el refugio Plantat, nuestro primer lugar de descanso. 






El valle de La Engorda nos recibe con un volcán completamente cubierto de nubes, algo normal y esperable en esta época, pero a medida que ganamos altura y nos acercamos al refugio las nubes van permitiendo que esa gigantesca mole de 5856 msnm se muestre en todo su esplendor. Era la “hora mágica”, esa hora en que los rayos del sol tiñen de tintes anaranjados las nubes, los cerros y todo el ambiente. A las 22 hrs ya estábamos instalados en nuestras carpas (el refugio se encontraba completamente ocupado, lo cual también es esperable en esta época) y nos preparábamos para la extensa jornada del día siguiente.






Este día marcaría nuestras reales capacidades y opciones de poder llegar hasta la cumbre. Era una jornada larga, en la cual iríamos desde Plantat (3130 msnm) hasta el C2 (4800 msnm), algo desfachatado quizás para unos montañistas sureños que poco o nada de aclimatación tenían. La salida es de madrugada y a medida que avanzamos, los rayos del sol comienzan a dominar en lo que se presenta como un día totalmente despejado. Llegamos al sector de Las Lajas (3500 msnm) y lentamente el grupo se comienza a disgregar. y René y yo (Jorge) tomamos distancia, mientras Guillermo y Javier avanzan un poco más lento. La distancia entre ambos grupos hace necesario reorganizar las cordadas: carpa para allá, comida para acá, abrazos, tristeza, buenos deseos. En el fondo quizás sabíamos que era poco probable que llegáramos todos a la cumbre, sin embargo la confianza no se perdía. Con Javier y Guillermo me une un lazo especial, uno es como mi hermano, el otro mi mentor en la montaña y esa fuerza mental que a ratos me escasea en el cerro, sin embargo junto a René formamos una cordada fuerte y en lo personal deposité en él la confianza que se necesita para un cerro de estas características y creo sinceramente que no fallamos. Después de 4 horas aprox. llegamos al C1 (4200 msnm), desolado campamento entre roqueríos y penitentes (formaciones en los neveros que son como “estalagmitas” de nieve que pueden llegar a los 2 mts de altura, pero que en este caso sobrepasaban el metro y medio y podían dificultar mucho el avance). Hasta el C2 eran cerca de 4 a 5 hrs. más, por lo que a sabiendas de la necesaria hidratación, aprovechábamos cada esterito o canal que se cruzaba por nuestro camino para abastecernos de agua. Sorpresivamente nos encontramos con un campamento intermedio del cual desconocíamos su existencia (ubicado a unos 4600 msnm.), sin embargo este se encontraba algo lejos de la cumbre e inmediatamente sobre él, estaba el C2. Desde acá eran unos 200 mts de desnivel a través del “peor acarreo del mundo”, peor que cualquiera por el que haya pasado, lo que sumado a la altura y las horas de trekking que llevábamos, personalmente me hacían enfadar mucho. Luego aparece una pequeña plataforma, el glaciar del San José a un costado y el cráter principal ahí, en frente nuestro. Habíamos llegado al C2.






La preocupación por nuestros compañeros nos hacía cada cierto rato mirar si es que ellos venían de camino, hasta que logramos apreciar abajo, en el campamento avanzado, que la carpa estaba instalada. Eso nos tranquiliza y comenzamos a planificar la jornada de cumbre del día siguiente. Primero un descanso, alimentarnos y preparar el equipo, luego algunas fotos al campamento y a dormir temprano, la hora de salida sería a las 4 am.

Suena el despertador y comienza la jornada. El frío aún no era tan intenso, pero si requería que avanzáramos con todo los que llevábamos de abrigo: casaca de pluma, mitones, cortaviento. Rápidamente con René encontramos el sendero y comenzamos el lento avance. Cerca de una hora llevábamos cuando aparece corriendo, cerro abajo, un joven (del cual me referiré más adelante como #chiloteandinista) quien desesperado nos dice “no suban!! No suban!! Hay tormenta eléctrica arriba”. Con René miramos al cielo, despejado, solo unas pocas nubes y con un lenguaje un poco enredado nos explica que “entre la cumbre internacional y la chilena había una tormenta que le había impedido hacer cumbre” entre otras cosas. Después de explicarle que esas tormentas se daban hacia el lado argentino y que era frecuente ver los destellos de los rayos a la distancia, continuamos el rumbo, mientras él siguió bajando. Poco a poco veíamos como las luces de los otros grupos avanzaban, mientras nosotros contábamos cada paso y la altura ya se hacía sentir. René se adelanta y me comienzo a quedar atrás. Un grupo me sobrepasa y se une a René, mientras yo comienzo a buscar fuerzas de todos lados. Como algo, me hidrato y me doy cuenta que el agua estaba un poco congelada, el frío ahora si era agudo, justo en el instante que el sol comenzaba a asomar. Los rayos del sol me inyectan esa energía que necesitaba. René ya había cruzado el glaciar (100 mts aproximados de hielo cristal con zonas de algo de nieve) y me mentalizo a seguir, no podía quedar ahí. Crampones en los zapatos y justo en el instante que otro grupo me alcanza, nos metemos al glaciar (ellos sin crampones, por lo que en un instante debo hacerles huella para que puedan pasar un sector) y al llegar al otro lado se puede apreciar, ya con el sol arriba, el sendero que nos lleva al borde del cráter. René se iba quedando atrás del grupo de avanzada, siguiendo al pié de la letra su regla de “50 pasos y respirar” por lo que lo logro alcanzar. Ambos vamos bien, confiados, pero respetando los 5600 metros que ya habían. Éramos 8 los que avanzábamos, miraba hacia atrás y no veía a nadie más. El viento ya no era solo una que otra ráfaga esporádica, sino que golpeaba permanentemente nuestro costado derecho, a unos 40 kms/hr, lo que hacía que el frío también golpeara nuestro temple. La cumbre estaba ahí, a pocos pasos, pero cada uno de estos se hacía más y más difícil. Finalmente, siendo las 10 am., la pendiente termina y aparece ante nosotros la cumbre chilena, a pocos metros. Primero un pequeño cráter y luego yo, cual zombie de película de terror, sigo a René quien se dirige a un portezuelo que unía las cumbre chilena y argentina (siendo la primera más alta). Llegamos y junto con ver el cráter principal ante nosotros, gigantesco y apreciamos a unos 200 metros la cumbre principal, la internacional, aquella que marca la frontera entre Chile y Argentina. Lejos, para nuestras fuerzas que en ese momento el intenso frío mermaba aún más, lejos para nuestras fuerzas que la altura no nos dejaba recuperar. Nos conformábamos con la cumbre chilena, que con sus 5820 (36 mts más baja que la principal) sería nuestro objetivo final. 5 de los 8 que subimos en el grupo de avanzada llegamos hasta ahí. Los otros 3 ya habían dado la vuelta a todo el cráter. Fotos, abrazos, felicitaciones y después de 30 minutos, bajamos. La cumbre estaba lograda. Se me vienen a la mente mis amigos, esos con los que hace 7 años atrás quisimos envalentonarnos y enfrentar a este monstruo rocoso. Que orgullosos estarían.











Bajamos al C2 no sin antes cruzarnos con otros grupos que intentaban cumbre, algo tarde, pero con mucho ánimo. Aparecen las típicas nubes que cubren completamente el cono del volcán en el instante que con René bajamos a Plantat, donde llegamos cerca de las 16.30 hrs. Ahí ya nos esperaban Javier y Guillermo (este último había intentado la cumbre la misma noche que nosotros, pero no logró dar con el escurridizo sendero en ese acarreo horrible entre el campo avanzado y el C2). La alegría al encontrarnos con ellos es grande. Ahora el grupo estaba completo y podíamos compartir el relato, conversar y descansar en el refugio, en el cual esta vez si podríamos dormir sin tener necesidad de armar las carpas. Bajaban los otros grupos y se hace un agradable ambiente en el lugar, todos contentos, todos disfrutando la montaña.

A las 7.30 del otro día regresamos, bajamos de Plantat y cruzamos el valle de La Engorda para llegar hasta el vehículo y sentirnos por fin con la satisfacción de la misión cumplida, con la alegría de haber compartido con amigos una cumbre tan hermosa y exigente como la del volcán San José.

PS: Con respecto a #chiloteandinista, a este tipo lo vimos llegar el día que salimos desde Plantat al C2. Llegó tempranísimo con una tremenda mochila, de verdad grandota y luego saca una mochila con suerte un poco más grande que un banano mete un camelback de 1,5 lts y nos dice a todos que va a subir el cerro corriendo, hará cumbre y volverá a dormir a Plantat. “Este tipo es un seco, tremendo”, pensaron algunos mientras que una leve duda nos dejó a otros. Comenzó el trekking junto con la mayoría, siguiendo el ritmo de los más rápidos, pero siendo las 6 de la tarde aún seguía subiendo.
Cuando lo encontramos rumbo a la cumbre (bajando por un acarreo con crampones puestos), nos dijo que no había podido llegar a la cima por las tormentas eléctricas por lo que había bajado cerca de las 22 hrs, durmió en una pequeña pirca tapado con una manta de supervivencia y luego a las 3 am volvió a intentar subir, pero la tormenta continuaba por lo que bajó y nos encontró. Luego, su discurso para los otros (ya que todos estaban pendiente de él, ya que subía solo, con una pequeña mochila y además de noche) era que había logrado todas las cumbres, cambiando completamente el discurso que nos diera con René.

El hecho es que bajó, anoto eso en el libro de visitas del refugio y se fue, no sin antes prometer que vendría a subir el volcán “corriendo”. Fue tema de conversación de todos los grupos, tanto por sus contradicciones (la cantidad de cerros subidos, el tiempo que llevaba haciendo montaña, etc) como por el hecho de que efectivamente el tipo subió de noche, solo, pasó varias horas en una pirca probablemente a cinco mil metros y luego engrupió a todo el mundo y se fue. Lo hizo o no, quedará en el misterio.



viernes, 23 de agosto de 2013

La carretera austral desconocida

La Ruta 7 es sin duda la carretera más hermosa de Chile y de las más hermosas del mundo. Recorre más de 1000 kms desde Puerto Montt hasta Villa O'higgins y cruza glaciares, montañas, fiordos, lagos, etc, toda la más hermosa zona patagónica. 

 Pero paralela a un segmento de la carretera austral corre un camino casi tan hermoso como esta última. se inicia en Petrohué, a los pies del volcán Osorno y en el extremo sur-oriente del Lago Llanquihue y recorre sectores increíbles como Puelo,Cochamó para rodear el borde sur del Estuario de Reloncaví y llegar hasta unirse con la ruta 7 en Caleta Puelche.

Llegando a Cochamó
El viaje que hicimos con Ximena esta vez comenzó precisamente en Petrohué, luego de un exitoso ascenso al volcán Osorno. Consultamos por esta ruta y decidimos seguirla ya que nos dijeron que estaba pavimentada y en buen estado (lo cual es cierto). Saliendo de Petrohué comienza un camino en muy buen estado, entre cerros bosques muy tupidos, bosques muy verdes y poco a poco el volcán Osorno se deja ver en el retrovisor por lo que detenerse unos minutos para fotografiarlo es casi una obligación, teniendo en cuenta que el camino no es muy transitado. Tampoco vive mucha gente a las orillas del camino ya que es un sector muy poco intervenido, pero a ratos es posible encontrar pequeños villorios. Entre los atractivos de esta parte del camino está la Laguna Los Patos, pequeña, pero linda.

El camino de pronto nos lleva a un sector amplio, donde el río Petrohué descarga sus aguas en el mar, que es tan tranquilo que lo confundimos con un lago. La bahía de Ralún se abría ante nosotros y el camino comenzaba a irse por la orilla del mar desde ahora en adelante (a excepción de un pequeño tramo).

El camino es poco señalizado, pero eso le da otro toque y se vuelve más aventurero el poder recorrerlo. De echo nosotros poco conocíamos de los lugares a donde llegaríamos y los kms que íbamos a recorrer, pero nos dejamos llevar y la sorpresa fue agradable. De pronto un portal con una leyenda que dice "Bienvenido a Cochamó" nos recibe y entramos a un pueblo realmente hermoso. Una gran iglesia de madera, de arquitectura chilota, es lo que primero nos sorprende, además que sus calles de tierra nos llevan hacia una playa pequeña con un embarcadero y un poco mar adentro, un roquerío con un faro era sin duda lo más característico.






El entorno es sobrecogedor. Cerros teñidos completamente de verde por bosques y al fondo se lograba divisar, entre las nubes, el impresionante volcán Yates lo cual compone, quizás, la vista mas característica del pueblo.
Al llegar, tuvimos que buscar una hostal, las cuales no eran muy variadas, creemos que principalmente por la temporada. Finalmente escogimos una que nos cobraba $10.000 p/p y que tenía un ambiente bastante hogareño, piezas grandes y linda vista, precisamente hacia la bahía que describíamos antes. Recorrer el pueblo no es difícil no tampoco se tarda mucho en poder conocerlo completo. Son pocas calles, pero con lindas viviendas y la gente obviamente se caracteriza por ser como en la Patagonia, agradables, amables y acogedores. Pasamos a un pequeño restaurant, el único que encontramos abierto después del atardecer y obviamente pedimos algo de la zona, salmón y xxxxx (no me acuerdo). Luego recorremos un poco más del pueblo y a dormir ya que al día siguiente la idea era llegar hasta Hornopirén.


Faro y volcán Yates.
Iglesia de Cochamó.
Nos levantamos temprano y el día estaba maravilloso, despejado y agradable. Salimos del pueblo y la primera detención es a la entrada del valle de Cochamó, paraíso de los escaladores y un trekking que en algún momento de la vida hay que hacer.




Luego, nuestra admiración se la llevaría el extraordinario río Puelo, el cual rodeamos desde su desembocadura y cruzamos por un puente que demuestra lo extraordinario que es este río. El color verdoso de sus aguas y la gran cantidad de caudal lo hace sorprendente. Un paraíso para los amantes de la pesca (disciplina que con Ximena no nos agrada mucho) y que además se encuentra amenazado por el proyecto de Mediterraneo S.A. que prentende construir una Central de Pasada en el río Manso, afluente del Puelo. Todo esto ha producido todo un debate, tanto por la Central misma como por la inevitable línea de transmisión que debería pasar por el Estuario de Reloncaví. Con este tipo de proyectos vemos lo indefensos que se encuentran estos paisajes que por ser aislados y con poca intervención, se cree que es fácil traer "progreso" sin importar cuanta destrucción pueda venir de la mano con esto, no tan solo natural, si no que al estilo de vida de aquellas personas que viven de la belleza de este entorno.




Lago Tagua Tagua
Llegamos siguiendo algunas indicaciones hasta el lago Tagua Tagua, que es un embalse natural del mismo río Puelo y por el cual es posible cruzar en un transbordador para llegar a otros sectores más aislados (Llanada grande y el paso internacional río Puelo). Aquí nos detenemos a cocinar el almuerzo (y tenemos la visita de un agradable amigo) para planear el resto de la tarde y nuestra llegada a Hornopirén.





Iglesia en Puelo
Pasamos por el pueblo de Puelo el cual es muy chiquitito, tiene pocas casas, una escuelita, Iglesia. No nos detenemos ni recorremos mucho, así que seguimos nuestro camino hasta volver a encontrarnos con el estuario y los criaderos de salmones los cuales abundan por toda la orilla aprovechando la tranquilidad de estas aguas. La vista sigue siendo hermosa, teniendo a la vista la otra orilla del estuario hasta que llegamos a la junta de nuestro camino con la Ruta 7, la carretera austral, en el sector llamado Caleta Puelche, donde también se realizan los embarcos/desembarcos de los transbordadores que cruzan el estuario en uno de los varios puntos en donde la carretera cede terreno al mar. Desde aquí la ruta sigue internándose en bosques y cerros hasta llegar al pueblo de Contao, lugar en donde la carretera se aleja del mar para volver a encontrarse con este en el pueblo de Hornopirén.


Ruta 7




Salmoneras




El camino sigue, cruzando cascadas, cerros y bosques. Cuando la tarde ya estaba muy avanzada comenzamos a llegar al pueblo de Hornopirén, capital de la comuna de Hualaihue. El pueblo nos maravilla, pequeño, pero con un sector comercial muy bien abastecido. Como llegamos algo tarde debemos buscar alojamiento rápido, sabiendo que el camping que nuestros amigos nos habían recomendado no estaba habilitado en esta época del año. Entre consultas y consultas, nos recomiendan ir a un camping que estaba "al final de la playa" en el llamado Parque Botánico, el camping "Patagonia El Cobre". Nos costó dar con él, pero finalmente, tras seguir un camino que bordea (literalmente) el mar, llegamos hasta una entrada y finalmente al camping.


El camping es bastante agradable, algo húmedo (agudizado tanto por la época en la que fuimos como por la reciente lluvia que había caído), pero tiene sitios amplios, baños (no estaban en muy buen estado ni muy limpios) y linda vista a la bahía. Después de armar la carpa volvemos al pueblo a recorrer y comprar algunas cosas. Además paseamos por la costanera, que es sin duda el lugar más atractivo del pueblo, tanto por la vista que esta tiene como por lo bien mantenida que se encuentra. 


volcán Hornipirén

Costanera de Hornopirén.


Volcán Hornopirén.


El camping contaba igualmente con una amplia cocina comedor. Todas las comodidades del camping estaban algo "abandonadas" principalmente por que no era época de turistas.
Al día siguiente, vamos a un mirador ubicado en el mismo camping, desde el cual en altura se podía apreciar el mar, parte del pueblo y los cerros circundantes. Nos hablaban de muchos lugares cercanos que no podíamos dejar de visitar, pero lamentablemente por tiempo, tendríamos que dejarlos para otra oportunidad. ya que debíamos regresar a Chillán y el viaje era muy largo, incluyendo el paso en transbordador y la visita a un último lugar.





El camino de regreso no presentó mayores novedades. Era el mismo que habíamos recorrido el día anterior hasta llegar a Caleta Puelche, donde el transbordador ($9500 por vehículo) nos cruza el estuario de Reloncaví hasta llegar a Caleta La Arena. Esta última es una pequeña caleta donde termina la primera sección de ca carretera austral que parte en Puerto Montt. Aquí es típico comer empanadas en alguno de los locales que hay así como también dejar recuerdos en alguno de los libros para volver a verlos en alguna futura oportunidad.

Seguimos por nuestro camino hasta llegar al Parque Nacional Alerce Andino. Sabíamos que teníamos poco tiempo para recorrerlo, por lo que decidimos tomar un corto sendero que nos llevaría hasta un monumento natural. El trekking es bastante tranquilo y el sendero es muy verde, rodeado de bosques y bordeando un río. La maravilla llega cuando aparece ante nosotros el Alerce milenario, Monumento Natural que con sus más de 2 mil años es con toda seguridad de los seres vivientes más longevos del planeta. Sentir la energía que este inmenso árbol nos entrega es algo indescriptible y saber que esta especie estuvo a punto de ser extinguida por su tala indiscriminada. Actualmente está protegida y se impide su explotación.









Después, retornamos a al auto y emprendemos el regreso a Chillán, habiendo conocido la belleza de esa zona de la cual poco habíamos escuchado, pero nos sorprendió gratamente y de la cual sin duda quedaron sectores por conocer.