Siete años. Casi siete años habían
pasado de aquella vez en que junto a tres amigos más, casi irrespetuosamente,
habíamos decidido ir al volcán San José. Quizás lo miramos en menos, no tuvimos
la suficiente preparación, la razón que sea, pero nuestra desfachatez con la
montaña nos pasó la cuenta. Me juré en aquella ocasión no regresar hasta que me
sintiera capaz de ir y llegar a la cumbre. Aunque no siempre eso depende
totalmente de uno, el tener la confianza de poder lograrlo influye… y mucho.
La idea estaba planteada y cuatro eran
nuevamente los osados en retar a la montaña. Solo Javier repetía (por tercera
vez) su intento al volcán, juntando fuerzas para ir al lugar donde el terremoto
del 2010 lo había obligado a abortar la vez anterior. René iba por su primer 5
mil (y mantener su 100% de efectividad en cerros de Santiago) mientras
Guillermo iba por una revancha personal y como un apoyo en todo sentido, en lo logístico
y lo psicológico.
El día elegido para comenzar la
expedición requería gestionar algunos “permisos”. No es fácil decir en la
familia que el Viejito Pascuero se va a pasar la Navidad en el cerro, pero
después de algunos tira y afloja todos tuvimos la venia por semejante situación
y a las 10.30 am del 25 de diciembre ya enrielábamos rumbo al norte, a la
“capitale”. El viaje tranquilo, muy conversado y con pasada a San Fernando incluida
que llenó de energías a nuestro primerizo en los cinco miles. La llegada al
sector del Cabrerío se da dentro de los tiempos esperados y a las 18.30 hrs
comenzamos el trekking hacia el refugio Plantat, nuestro primer lugar de
descanso.
El valle deLa
Engorda nos recibe con un volcán completamente cubierto de
nubes, algo normal y esperable en esta época, pero a medida que ganamos altura
y nos acercamos al refugio las nubes van permitiendo que esa gigantesca mole de
5856 msnm se muestre en todo su esplendor. Era la “hora mágica”, esa hora en
que los rayos del sol tiñen de tintes anaranjados las nubes, los cerros y todo
el ambiente. A las 22 hrs ya estábamos instalados en nuestras carpas (el
refugio se encontraba completamente ocupado, lo cual también es esperable en
esta época) y nos preparábamos para la extensa jornada del día siguiente.
El valle de
Este día marcaría nuestras reales
capacidades y opciones de poder llegar hasta la cumbre. Era una jornada larga,
en la cual iríamos desde Plantat (3130 msnm) hasta el C2 (4800 msnm), algo
desfachatado quizás para unos montañistas sureños que poco o nada de
aclimatación tenían. La salida es de madrugada y a medida que avanzamos, los rayos
del sol comienzan a dominar en lo que se presenta como un día totalmente
despejado. Llegamos al sector de Las Lajas (3500 msnm) y lentamente el grupo se
comienza a disgregar. y René y yo (Jorge) tomamos distancia, mientras Guillermo
y Javier avanzan un poco más lento. La distancia entre ambos grupos hace
necesario reorganizar las cordadas: carpa para allá, comida para acá, abrazos,
tristeza, buenos deseos. En el fondo quizás sabíamos que era poco probable que
llegáramos todos a la cumbre, sin embargo la confianza no se perdía. Con Javier
y Guillermo me une un lazo especial, uno es como mi hermano, el otro mi mentor
en la montaña y esa fuerza mental que a ratos me escasea en el cerro, sin
embargo junto a René formamos una cordada fuerte y en lo personal deposité en
él la confianza que se necesita para un cerro de estas características y creo
sinceramente que no fallamos. Después de 4 horas aprox. llegamos al C1 (4200
msnm), desolado campamento entre roqueríos y penitentes (formaciones en los
neveros que son como “estalagmitas” de nieve que pueden llegar a los 2 mts de
altura, pero que en este caso sobrepasaban el metro y medio y podían dificultar
mucho el avance). Hasta el C2 eran cerca de 4 a 5 hrs. más, por lo que a sabiendas de la
necesaria hidratación, aprovechábamos cada esterito o canal que se cruzaba por
nuestro camino para abastecernos de agua. Sorpresivamente nos encontramos con
un campamento intermedio del cual desconocíamos su existencia (ubicado a unos
4600 msnm.), sin embargo este se encontraba algo lejos de la cumbre e
inmediatamente sobre él, estaba el C2. Desde acá eran unos 200 mts de desnivel a
través del “peor acarreo del mundo”, peor que cualquiera por el que haya
pasado, lo que sumado a la altura y las horas de trekking que llevábamos, personalmente
me hacían enfadar mucho. Luego aparece una pequeña plataforma, el glaciar del
San José a un costado y el cráter principal ahí, en frente nuestro. Habíamos
llegado al C2.
La preocupación por nuestros
compañeros nos hacía cada cierto rato mirar si es que ellos venían de camino,
hasta que logramos apreciar abajo, en el campamento avanzado, que la carpa
estaba instalada. Eso nos tranquiliza y comenzamos a planificar la jornada de
cumbre del día siguiente. Primero un descanso, alimentarnos y preparar el
equipo, luego algunas fotos al campamento y a dormir temprano, la hora de
salida sería a las 4 am.
Suena el despertador y comienza la
jornada. El frío aún no era tan intenso, pero si requería que avanzáramos con
todo los que llevábamos de abrigo: casaca de pluma, mitones, cortaviento.
Rápidamente con René encontramos el sendero y comenzamos el lento avance. Cerca
de una hora llevábamos cuando aparece corriendo, cerro abajo, un joven (del
cual me referiré más adelante como #chiloteandinista) quien desesperado nos
dice “no suban!! No suban!! Hay tormenta eléctrica arriba”. Con René miramos al
cielo, despejado, solo unas pocas nubes y con un lenguaje un poco enredado nos
explica que “entre la cumbre internacional y la chilena había una tormenta que
le había impedido hacer cumbre” entre otras cosas. Después de explicarle que
esas tormentas se daban hacia el lado argentino y que era frecuente ver los
destellos de los rayos a la distancia, continuamos el rumbo, mientras él siguió
bajando. Poco a poco veíamos como las luces de los otros grupos avanzaban,
mientras nosotros contábamos cada paso y la altura ya se hacía sentir. René se
adelanta y me comienzo a quedar atrás. Un grupo me sobrepasa y se une a René,
mientras yo comienzo a buscar fuerzas de todos lados. Como algo, me hidrato y me
doy cuenta que el agua estaba un poco congelada, el frío ahora si era agudo,
justo en el instante que el sol comenzaba a asomar. Los rayos del sol me
inyectan esa energía que necesitaba. René ya había cruzado el glaciar (100 mts
aproximados de hielo cristal con zonas de algo de nieve) y me mentalizo a
seguir, no podía quedar ahí. Crampones en los zapatos y justo en el instante
que otro grupo me alcanza, nos metemos al glaciar (ellos sin crampones, por lo
que en un instante debo hacerles huella para que puedan pasar un sector) y al
llegar al otro lado se puede apreciar, ya con el sol arriba, el sendero que nos
lleva al borde del cráter. René se iba quedando atrás del grupo de avanzada,
siguiendo al pié de la letra su regla de “50 pasos y respirar” por lo que lo
logro alcanzar. Ambos vamos bien, confiados, pero respetando los 5600 metros que ya
habían. Éramos 8 los que avanzábamos, miraba hacia atrás y no veía a nadie más.
El viento ya no era solo una que otra ráfaga esporádica, sino que golpeaba
permanentemente nuestro costado derecho, a unos 40 kms/hr, lo que hacía que el
frío también golpeara nuestro temple. La cumbre estaba ahí, a pocos pasos, pero
cada uno de estos se hacía más y más difícil. Finalmente, siendo las 10 am., la
pendiente termina y aparece ante nosotros la cumbre chilena, a pocos metros.
Primero un pequeño cráter y luego yo, cual zombie de película de terror, sigo a
René quien se dirige a un portezuelo que unía las cumbre chilena y argentina
(siendo la primera más alta). Llegamos y junto con ver el cráter principal ante
nosotros, gigantesco y apreciamos a unos 200 metros la cumbre
principal, la internacional, aquella que marca la frontera entre Chile y
Argentina. Lejos, para nuestras fuerzas que en ese momento el intenso frío
mermaba aún más, lejos para nuestras fuerzas que la altura no nos dejaba
recuperar. Nos conformábamos con la cumbre chilena, que con sus 5820 (36 mts
más baja que la principal) sería nuestro objetivo final. 5 de los 8 que subimos
en el grupo de avanzada llegamos hasta ahí. Los otros 3 ya habían dado la
vuelta a todo el cráter. Fotos, abrazos, felicitaciones y después de 30
minutos, bajamos. La cumbre estaba lograda. Se me vienen a la mente mis amigos,
esos con los que hace 7 años atrás quisimos envalentonarnos y enfrentar a este
monstruo rocoso. Que orgullosos estarían.
Bajamos al C2 no sin antes cruzarnos
con otros grupos que intentaban cumbre, algo tarde, pero con mucho ánimo. Aparecen
las típicas nubes que cubren completamente el cono del volcán en el instante
que con René bajamos a Plantat, donde llegamos cerca de las 16.30 hrs. Ahí ya
nos esperaban Javier y Guillermo (este último había intentado la cumbre la
misma noche que nosotros, pero no logró dar con el escurridizo sendero en ese
acarreo horrible entre el campo avanzado y el C2). La alegría al encontrarnos
con ellos es grande. Ahora el grupo estaba completo y podíamos compartir el
relato, conversar y descansar en el refugio, en el cual esta vez si podríamos
dormir sin tener necesidad de armar las carpas. Bajaban los otros grupos y se
hace un agradable ambiente en el lugar, todos contentos, todos disfrutando la
montaña.
A las 7.30 del otro día regresamos,
bajamos de Plantat y cruzamos el valle de La Engorda para llegar hasta el vehículo y sentirnos
por fin con la satisfacción de la misión cumplida, con la alegría de haber
compartido con amigos una cumbre tan hermosa y exigente como la del volcán San
José.
PS: Con respecto a #chiloteandinista, a este tipo lo
vimos llegar el día que salimos desde Plantat al C2. Llegó tempranísimo con una
tremenda mochila, de verdad grandota y luego saca una mochila con suerte un
poco más grande que un banano mete un camelback de 1,5 lts y nos dice a todos
que va a subir el cerro corriendo, hará cumbre y volverá a dormir a Plantat.
“Este tipo es un seco, tremendo”, pensaron algunos mientras que una leve duda
nos dejó a otros. Comenzó el trekking junto con la mayoría, siguiendo el ritmo
de los más rápidos, pero siendo las 6 de la tarde aún seguía subiendo.
Cuando lo encontramos rumbo a la cumbre (bajando por un acarreo
con crampones puestos), nos dijo que no había podido llegar a la cima por las
tormentas eléctricas por lo que había bajado cerca de las 22 hrs, durmió en una
pequeña pirca tapado con una manta de supervivencia y luego a las 3 am volvió a
intentar subir, pero la tormenta continuaba por lo que bajó y nos encontró.
Luego, su discurso para los otros (ya que todos estaban pendiente de él, ya que
subía solo, con una pequeña mochila y además de noche) era que había logrado
todas las cumbres, cambiando completamente el discurso que nos diera con René.
El hecho es que bajó, anoto eso en el libro de visitas
del refugio y se fue, no sin antes prometer que vendría a subir el volcán
“corriendo”. Fue tema de conversación de todos los grupos, tanto por sus contradicciones
(la cantidad de cerros subidos, el tiempo que llevaba haciendo montaña, etc) como
por el hecho de que efectivamente el tipo subió de noche, solo, pasó varias
horas en una pirca probablemente a cinco mil metros y luego engrupió a todo el
mundo y se fue. Lo hizo o no, quedará en el misterio.