Aquellos que randonean podrán entender mi alegría por haber echo la ruta hasta Garganta del Diablo por primera vez con rando. Con mi amigo Hugo decidimos conseguirnos equipos con amigos socios del Club Andino Nevados de Chillán y además aprovechar de aprender a esquiar, todo un desafío porque seríamos practicamente autodidactas.
Llegando a Las Trancas (6 kms antes de Las Termas) comenzamos a "hacer dedo" o "autostop" (jajaja) y una vez en las canchas comenzó el festival del porrazo.
Poco a poco íbamos aprendiendo a pararnos sobre los esquis, a doblar, a "frenar" y a caernos, que igual debes saber como caer para no terminar todo quebrado. Logramos ubicar a nuestro amigo Carlos quien es Instructor en "Nevados de Chillán" y después de unos pocos consejos y de un improvisado almuerzo, seguimos con el festival.
Así, el sol poco a poco iba bajando y llegaba el momento de colocar las pieles y comenzar a randonear.
El ascenso comenzaba por Las Tres Marías Bosque, parte baja de la pista mas larga de sudamérica (me imagino que aún lo será) y hasta salir del bosque no hubieron mayores problemas. Era genial sentir como se deslizaban las tablas por sobre la nieve y como ascendias sin hacer mayores esfuerzos. Sin duda con el rando disfrutas la montaña de una manera distinta.
Pero de pronto, nos dimos cuenta que todo estaba muy oscuro y nuestros puntos de referencia no los veíamos... aunque recién nos dimos cuenta de eso cuando en un momento quedamos encerrados en un pequeño "cajón" con rocas a ambos lados y ninguno de los 2 (Hugo) recordaba esa parte. Empezamos a buscar donde nos habíamos equivocado. Recorrimos, subimos, bajamos, retrocedimos, nos encontramos con nuestras mismas huellas y de pronto un lugar mas reconocible y de ahí como flecha hasta el refugio de Garganta del Diablo.
Después de comer y recuperar energías, llega el momento de ir a tomar fotos. La luna asomaba especctacular y todo se veía mucho mas claro.
En la noche, el viento amenazaba con llevarse todo. Desperté varias veces (incluso pequeñas patitas corriendo se sentían). En la mañana, una suave nevazón nos acompañó en el descenso, no exento de complicaciones. Varias (muchísimas) caídas fueron la tónica tooooodo el tiempo hasta llegar a las canchas de novicios.
Ahí, dejamos las mochilas a un lado y continuamos esquiando. Notamos un avance en comparación al día anterior, lo que nos dejó muy contentos hasta que la lluvia se hace presente y comenzamos el regreso a casa con la satisfacción de haber aprendido y vivido cosas nuevas como montañistas.
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